sábado, 21 de mayo de 2016

DEL CUARTO DE LOS BICHOS AL RINCÓN DE PENSAR.




Mi bisabuelo
 fue maestro de escuela en un pueblo muy pequeño a orillas del Guadiana. Le llamaban Don Eladio. Un señor alto, con un gran bigote y sombrero de fieltro. Hace tiempo, un anciano zapatero, que ya falleció, y que fue alumno suyo, me comentaba lo buen maestro que fue, cariñoso y recto a la vez.
Pero hubo un detalle que me sobrecogió, me dijo que la escuela tenía un Cuarto de los Bichos, que él había estado dentro castigado  y que los bichos eran de verdad.

Mi abuelo, no fue maestro de carrera, pero si tenía una Miga en la huerta en la que vivían en el pueblo. Una miga era una escuela no oficial donde los niños y niñas iban a aprender a leer y a escribir. Tenía en la casa una mesa larga y dos bancos de madera, donde los jóvenes (solo hombres), cuando volvían del campo y una vez aseados iban para que mi abuelo les enseñara a leer, a escribir, a sumar y restar. También, mi abuelo leía las cartas que los hijos mandaban a las familias desde el servicio militar. 
No hace mucho, fui a comer a un bar, cuyo dueño, fue alumno de mi abuelo y me dijo que gracias a mi abuelo él y todos los niños de su edad (ahora tendrá unos setenta años) tenían una caligrafía preciosa. 

Mi padre, que también aprendió con él, tenía una forma de escribir un poco inclinada hacia adelante, y una letra preciosa y antigua.Los padres, una vez que aprendía lo básico,  sacaba de la Miga a los hijos, pero recuerdan a mi abuelo como un hombre paciente, un poco triste y bueno.

Y yo, la hija, nieta y biznieta, de pequeña fui a otra Miga, era como ir a la guardería ahora, pero mucho mas asilvestrada. Llevábamos en la mano una perra gorda para comprar una bolita de anís o para ver con el Aparato de las Vistas pequeñas películas o monumentos que Carmencita Díaz nos ponía como actividades  especiales. Dábamos clase en una cuarto grande en el patio y entrabamos por la puerta falsa (la puerta de atrás) . Recuerdo el suelo de piedra, a las niñas empujándonos en el umbral antes de entrar, las mesas y los bancos de madera duros y toscos donde nos sentábamos. 
Pero sobre todo recuerdo El Cuarto de los Bichos, un cuarto al final del corral, siempre cerrado y con un  ventanuco en la puerta, tapado con una malla de gallinero. Yo jamás entré en él, pero le tenía un miedo horroroso.
Cuando cumplí los seis años, me llevaron al colegio, con mi uniforme y mi cuello de plástico blanco sobre la blusa. Allí estuve toda la primaria, el colegio era nuevo. Los niños estaban en la parte de la izquierda y las niñas en la parte de la derecha. El recreo estaba dividido por una linea invisible, que ni unos ni otros nos atrevíamos a cruzar.
Como era nuevo, no tenía Cuarto de los Bichos, pero si tenía el Cuarto de la Mano Negra, un cuarto que ocupaba el hueco debajo de la escalera que conducía a la segunda planta. En ese cuarto se guardaba material como los mapas y las cajas con libros. Pero todos sabíamos que además, dentro estaba La Mano Negra. Yo se que  la vi una vez,  pero realmente no se lo que vi. Hoy,  todavía siento en la espalda el miedo que me producía pasar por delante de aquella habitación, en la soledad del pasillo, con todo el mundo dentro de las aulas. Algunos niños estuvieron encerrados un buen rato y lo que contaban al salir de allí era terrible. Una experiencia épica repleta de monstruos y que a los que no habíamos entrado nos producía terror y a la vez una especie de envidia por no vivir semejante horror.
Con el pasar de los años,yo también fui maestra, pero no ejercí, me dedique a hacer de la Educación un Espectáculo y en ello sigo.
 Las nuevas pedagogías trajeron el trabajo en el aula por Centros de interés y los Rincones.
Ya no hay Cuarto de los Bichos, ni Mano Negra.
Ahora enviamos a los niños y niñas al Rincón de Pensar.
¡Cómo se desvirtúan las ideas y  el lenguaje !. Tal vez, con la mejor intención, creyendo que esa pobre criatura va a meditar o reflexionar.
Enviar a un niño o a una niña al Rincón de Pensar, es un Castigo. Y esto es terrible.
Estamos diciéndoles que pensar es  punitivo.
Pensar consiste en estar sentado en una silla, solo, aburrido, mientras los demás juegan o nos hacen "chincha rabiña" sin que la maestra o el maestro los vea.
Pensar, por tanto, es un castigo por mala conducta.
Cuando le levantemos  el castigo de estar pensando....no volverán a pensar mas, o no querrán ni oír hablar de esa acción: pensar.
Creo que el cuarto de los bichos o la mano negra, cumplían su función "ejemplarizante" dentro de los criterios pedagógicos de la época y del lugar físico donde esta se desarrollaba. Pero que en el siglo XXI,   la palabra Pensar se haya convertido en sinónimo de castigo, aburrimiento, y se la haya mandado  a un Rincón, da mucho que pensar.
Pensemos pues.

Peppa Mu.